CAPERUCITA ROJA: PUBERTAD EN LA NIÑA

No hay cuento de hadas que no consiga aliviar a un niño angustiado.

El cuento de CAPERUCITA ROJA expresa algunos problemas cruciales que la niña en edad escolar debe resolver si las relaciones edípicas persisten en el inconsciente, lo que puede hacer que se enfrente arriesgadamente a la posibilidad de ser seducida. 
Caperucita ha superado ya su fijación oral, no tiene deseos orales destructivos. No le asusta el mundo externo, es atractivo para ella y ahí radica el peligro. Si el mundo externo más allá del hogar y de las tareas cotidianas, resulta demasiado seductor, puede inducir a actuar  según el principio del placer, lo que ha evitado Caperucita  hasta entonces gracias a lo que sus padres le han enseñado a favor del principio de la realidad, pudiendo así evitar los encuentros que lleven incluso a la destrucción.

 La madre de Caperucita ya había advertido a su hija de este conflicto entre hacer lo que a uno le gusta y lo que uno debe hacer, al decirle, “no te apartes del camino principal…” y «cuando llegues a casa de la abuela no te olvides de darle los buenos días y no empieces a curiosear por los rincones». Así pues, la madre es consciente de la tendencia de Caperucita a apartarse del camino señalado y a espiar en los rincones para descubrir los secretos de los adultos.

El lobo no representa únicamente al seductor masculino, sino que representa así mismo todas las tendencias asociales  y primitivas que hay dentro de cada uno de nosotros. Al abandonar las cualidades que debe reunir una niña en edad escolar, al andar absorta  y despreocupada, Caperucita se convierte en la niña del periodo edípico que no busca más que el placer. Al acceder a las sugerencias del lobo, le  da la oportunidad de comerse a la abuela. En este punto, el cuento se refiere a algunas dificultades edípicas que quedaron sin resolver en la niña y el hecho de que el lobo la devore también a ella es el castigo que se merece por haberlo dispuesto todo de manera que aquél pudiera eliminar al personaje materno. Ni siquiera un niño de cuatro años puede evitar sorprenderse de lo que hace Caperucita cuando, en respuesta  a las preguntas del lobo, le da las instrucciones precisas para llegar a casa de la abuela. ¿Cuál es el objetivo de esta información tan detallada, se pregunta el niño, sino el asegurarse de que el lobo pueda encontrar el camino? Caperucita está haciendo horas extras para librarse de la abuela.
Tampoco la abuela está libre de toda culpa. Una muchacha necesita una figura materna sólida  que la proteja y que sea un modelo a imitar, pero la abuela de Caperucita cede a sus propias necesidades sin tener en cuenta lo que le conviene a la niña. Se nos dice, “no había nada que no le hubiera regalado a su nieta”.  No sería la primera ni la última vez que una criatura tan mimada por una abuela se encuentra con problemas en la vida real. Tanto si se trata de la madre como de la abuela, resulta fatal para la muchacha que esta mujer mayor que ella se deje arrastrar por la atracción hacia los hombres y que se la transmita dándole una atractiva capa roja.
Tanto el título como el nombre de la niña Caperucita Roja, ponen énfasis en el color rojo que exhibe abiertamente. Rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo de tipo sexual. Las ropas rojas que la abuela regala a Caperucita se pueden considerar como símbolo de una transferencia prematura de atractivo sexual, lo que se acentúa por el hecho de que la abuela está enferma  y es una anciana, incluso demasiado débil para abrir la puerta. El nombre Caperucita da fe de la importancia clave de este rasgo de la heroína de la historia. Sugiere que no sólo la caperuza es pequeña sino también la muchacha. Es demasiado pequeña, no para llevar la caperucita, sino para conseguir lo que estas simbolizan y lo que el llevarlas significa.
Esta lucha entre el deseo consciente de actuar correctamente y el anhelo inconsciente de vencer a su abuela (madre) es lo que nos provoca nuestra reacción de cariño frente a la muchacha y lo que la hace parecer un personaje tan extremadamente humano. De la misma manera que nosotros, cuando éramos niños, nos encontrábamos prisioneros de ambivalencias internas que no podíamos dominar, a pesar de nuestros esfuerzos, también Caperucita intenta traspasar el problema a otra persona, a alguien de más edad, a un progenitor o a un padre sustituto. No obstante, este intento de huir de una situación amenazante lleva casi hasta la propia destrucción.
El peligro de Caperucita es su sexualidad incipiente para la que no está todavía emocionalmente madura. La sexualidad prematura es una experiencia regresiva que estimula todos nuestros aspectos primitivos. La persona poco madura y no preparada todavía para el sexo y que sufre una experiencia que provoca intensos impulsos de tipo sexual, retrocede hasta llegar a un modo edípico de enfrentarse a ellos. La única manera de superar el sexo, según esta persona, es le librarse de los rivales con más experiencia, cosa que vemos cuando Caperucita  le da instrucciones al lobo para llegar a la casa de la abuela. Sin embargo, con ello se ponen en evidencia asimismo sus sentimientos ambivalentes. Cuando manda al lobo a casa de la abuela, actúa como si le dijera: “déjame sola, ve con la abuela que es una mujer madura, ella podrá hacer frente a lo que tu representas. Yo no”
El niño necesita establecer un vínculo solido de trabajo con el progenitor del mismo sexo, de manera que a través de la identificación con él, y del aprendizaje consciente que le proporciona, el niño llega a ser un adulto.
En la pubertad, al reactivarse las ansiedades edípicas anteriores, el deseo que la niña siente hacia su padre, sus ganas de seducirlo, y su anhelo de que él la seduzca, se reactivan también. Entonces, la muchacha siente que merece que su madre, si no su padre, la castiguen duramente por su deseo de apartarlo de su madre. En la adolescencia, el nuevo despertar de emociones anteriores, que estaban latentes, no se limita a sentimientos de tipo edípico, sino que incluye asimismo ansiedades y deseos primitivos que reaparecen durante este periodo.
Junto a los deseos edípicos que la niña experimenta hacia su padre y junto a su reactivación, de forma diferente, durante la pubertad, surge esta fascinación “fatal” hacia el sexo que es experimentada simultáneamente como la excitación más grande y, con ello, la memoria del anhelo de ser seducida por él.
La historia implica que el niño desconoce el peligro que puede haber al ceder a los que considera deseos inocentes, por lo que deberá aprender a partir de esa experiencia. Mejor dicho, como la historia enseña, la vida se lo enseñará haciéndole sufrir las consecuencias.
La niña necesitaba temporalmente desviarse del camino recto, desafiando a su madre y al super-yo, para alcanzar un estado superior en la organización de la personalidad. Su experiencia la convence de los peligros que comporta el dejarse llevar por los deseos edípicos. Aprende que es mucho mejor no rebelarse contra la madre y no intentar seducir o permitir que la sedujeran los aspectos todavía peligrosos de un hombre. Es mucho mejor, a pesar de los sentimientos ambivalentes que uno experimenta, depender de la protección que el padre proporciona cuando no se le ve bajo el aspecto de seductor. Caperucita ha aprendido que en su super-yo tiene que internalizar  las figuras paterna y materna, y sus valores, a la manera de los adultos, para llegar a ser capaz de enfrentarse a los peligros de la vida.
La historia termina cuando todos los personajes, niña, madre, abuela, cazador y lobo, hacen lo que les corresponden: el lobo intenta escapar y muere, después de lo cual el cazador le saca la piel  se la lleva a casa; la abuela se come lo que Caperucita le ha traido, la niña aprende la lección. No hay conspiración alguna por parte de los adultos que obligue al héroe  del cuento a enmendar sus acciones como lo exige la sociedad, proceso que niega el valor de guía interna. Lejos de que otros lo hagan por ella, la experiencia de Caperucita la lleva a cambiar, puesto que promete «y no saldré del camino cuando vaya sola por el bosque”
El cuento comporta la fuerza de su mensaje, así pues, no tiene ninguna necesidad de fijar al héroe en un determinado modo de vida.  No se tiene porqué decir lo que Caperucita va a hacer ni como será su futuro. Gracias a su experiencia, esto podrá decidirlo por si sola. Todo aquel que escucha el relato adquiere la sabiduría acerca de la vida y de los peligros que sus deseos pueden acarrear.
Psicoanálisis de los cuentos de hadas-BRUNO BETTELHEIM