EL INFIERNO DE LOS CELOS

Los celos están relacionados con: 1º  La historia edípica 2º  La rivalidad y competencia con los hermanos 3º  La proyección de las propias fantasías en la pareja.

El Complejo de Edipo es el nombre con el que Freud designó al proceso en el que el sujeto ha de realizar la identificación sexual. La madre es el primer objeto de amor para el niño y para la niña. El niño rivalizará con el padre por el cariño de la madre. La niña abandonará la relación simbiótica con la la madre para dirigir su atención hacia el padre y competirá y rivalizará con su madre por las atenciones de su padre.

Una de las primeras fantasías del ser humano, fantasía  universal que está en el inconsciente de todos, es que en el futuro formaremos pareja con el padre del sexo opuesto. Todos sin excepción hemos tenido fantasías amorosas con el padre del sexo contrario y, en consecuencia, agresivas respecto al padre del mismo sexo. Tanto las fantasías eróticas como las agresivas son inadmisibles para nuestro sistema consciente y se reprimen. Los sentimientos de culpa se originan en la etapa infantil cuando el niño comienza a descubrir que todo lo que le gusta, le produce placer, es rechazado o prohibido por los adultos. Se sentirá culpable principalmente de sus fantasías amorosas y eróticas con el padre del sexo opuesto y con las fantasías de excluir, destruir, al padre del propio sexo. Las fantasías edípicas van a ser reprimidas constituyendo una parte fundamental de lo inconsciente. Normalmente uno no se da cuenta de lo que ocurre en su inconsciente porque entre la mente consciente e inconsciente hay una barrera prácticamente impenetrable ya que lo que pasa en el inconsciente es inaceptable para la mente consciente y por tanto ha sido reprimido con severidad.

Los celos tienen las características de las obsesiones y son una importante manifestación de los sentimientos de culpa. La persona celosa sufre muchísimo. En teoría los celos respecto a la persona amada se producen porque se teme perderla pero en la práctica el celoso agobia de tal manera al amado que lo que consigue es que éste se distancie, con lo que los celos aumentan y al final llevan a la ruptura, a esa pérdida que se temía.
Uno teme perder a la persona amada porque no se siente merecedor de ser amado, querido, por ésta. ¿Por qué? Porque se siente mala persona, tiene mala imagen de sí mismo, no se quiere  a consecuencia de la sensación que dejan en la consciencia las fantasías eróticas y agresivas reprimidas. Por sentirse mala persona verá justificado el ser castigado, actuando de manera tal que al final consigue el castigo que deseó para su rival: ser excluido, perder el amor del ser querido.

Los niños sienten celos de sus padres, de los privilegios de los que éstos gozan por ser adultos. Si los cariñosos y tiernos cuidados del progenitor del mismo sexo no son suficientemente fuertes como para crear vínculos cada vez más fuertes, más importantes y positivos en el niño, éste, celoso por naturaleza mientras atraviesa la etapa edípica, no puede iniciar de forma adecuada el proceso de identificación y los celos pueden llegar así a dominar la vida emocional del niño.
Los celos tienen su origen en la historia edípica, se potencian cuando al niño le separan de los padres y le llevan a otra habitación y el nacimiento de hermanos los acrecienta. De la actuación de los padres dependerá que los celos compliquen o no la vida del niño. Los niños no entienden que se puede querer a más de una persona a la vez, cualquier muestra de atención, de cariño, hacia otra persona lo vive como un «no me quieren y además es por mi culpa que algo malo habré hecho». Los padres han de demostrarle que esto no es así
Todos los niños sienten temor, celos, ante la llegada real o imaginaria de un nuevo miembro a la familia. Lo que provoca la rivalidad fraterna es el temor de que al ser comparado con sus hermanos el niño no logre el amor y la estima de los padres. El niño piensa que es imposible igualar a sus hermanos. Antes de los problemas edípicos el niño cree que es el centro del universo, por lo tanto no siente celos de nadie. Los conflictos edípicos dejan profundas huellas de dudas en el sentido que el niño otorga a su propio valor. Tiene la impresión de que si realmente fuese digno del cariño de sus padres como antes creía serlo, éstos nunca le hubieran criticado ni frustrado. La única explicación que puede encontrar a la crítica de sus padres es que debe ser algún fallo grande el que provoca lo que el niño vive como rechazo. Mientras el niño experimenta los celos edípicos, el deseo de deshacerse del progenitor del mismo sexo parece lo más natural pero estos sentimientos le hacen sentir culpable.
Lo que necesita el niño cuando se encuentra acosado por los celos de su hermano es el permiso para poder sentir que lo que experimenta está plenamente justificado por la situación en que se halla. 
Ocurre con frecuencia que los conflictos edípicos que uno no ha elaborado de forma adecuada interferirán en la relación de pareja. Se proyectan en el otro sentimientos, fantasías propias que uno no admite como suyas. La persona celosa, en la mayor parte de las ocasiones, siente que la causa de sus celos tiene origen en la conducta del otro. Tal como uno piensa, siente, es como supone que piensan o sienten los demás. Cuando uno supone que el otro tiene fantasías, deseos eróticos con un tercero es porque primero así lo ha sentido él.

De cómo se realice ese difícil proceso de maduración que llamamos conflicto edipico, va a depender que en la vida adulta la persona sea dominada por los celos o no y en este proceso será de vital importancia la actitud de los padres. Elaborar de forma satisfactoria este conflicto será posible cuando los padres son cariñosos, aman al niño y son capaces de mantener una conducta responsable con el mismo, lo que solo es posible cuando los propios padres han podido resolver de forma adecuada sus propios conflictos