LA IMPORTANCIA DEL JUEGO PARA EL NIÑO

Para la mayoría de los padres lo que parece ofrecer más promesas de éxito futuro son los logros escolares. Por eso desean que sus hijos brillen en la escuela a una edad muy temprana suponiendo que esto contribuirá a que vayan progresando mejor en los años sucesivos, pero ocurre que en la vida hay un momento indicado. Empujar a un niño a rendir, a triunfar, puede tener el efecto contrario. Enseñar a leer o matemáticas a un niño antes de los seis años es poco aconsejable en la mayoría de los casos. Aunque la inteligencia de un niño puede estimularse a edades más tempranas, sólo es beneficioso si se hace de un modo apropiado a su edad. Haciendo que sus hijos vivan experiencias escolares a una edad muy temprana los padres desean anticipar el éxito futuro de éstos, pero el inconveniente de estos esfuerzos es que son prematuros y a menudo resultan contraproducentes.

La mayoría de los niños pueden aprender a leer, escribir, contar y hacer cálculos sencillos a una edad temprana, estas actividades generalmente no tienen significado intrínseco para ellos aparte de que llevarlas a cabo complace a sus padres. El resultado puede ser que estas actividades escolares más adelante continúen careciendo de significado para estos niños. Sin embargo este es el tipo de aprendizaje que ofrece la enseñanza primaria y secundaria. Si a un niño pequeño se le obliga demasiado pronto a hacer tareas escolares, las hará únicamente para que sus padres estén contentos y, por tanto, cuando más adelante tenga algún conflicto con los padres puede estar tentado en hacerles daño fracasando en los estudios. Cuanto menos significado intrínseco tenga el aprendizaje escolar para un niño al enfrentarse a él por primera vez, mayor es la probabilidad de que lo abandone más adelante. Es mucho mejor retrasar el momento en que el niño tendrá su primera experiencia con el aprendizaje intelectual de naturaleza escolar hasta que esté suficientemente maduro para ello y su inteligencia se haya desarrollado en grado también suficiente, si lo aprende ha de tener mucho significado intrínseco para él.

El juego es la actividad más importante por la  que el niño adquiere el dominio del mundo externo. Con los bloques de madera aprende a manipular y controlar sus objetos. Saltando, brincando, trepando…, adquiere el control de su propio cuerpo. Se enfrenta a sus problemas psicológicos representando con sus juguetes situaciones en las que ha encontrado dificultad en la vida real. Aprende que debe adaptarse a los demás para disfrutar del juego. El niño se familiariza con las cosas materiales y sus propiedades mientras juega con ellas, de esta manera domina los objetos y éstos se hacen aceptables para él. Por eso jugar con los alimentos es tan importante para el niño de corta edad y por eso intenta dar de comer a la persona que le está alimentando. Dando de comer a su madre se demuestra a sí mismo que no es simplemente el receptor pasivo de alimentos, sino también su distribuidor activo, el dominio del proceso de alimentar hace que el proceso de comer sea más agradable.

Muchas experiencias vitales que para el adulto no tienen nada de particular resultan abrumadoras para el niño. Son raras las ocasiones en las que el adulto se enfrenta a situaciones amenazadoras, apasionantes e inesperadas, sin embargo estas situaciones para el niño son la norma en vez de la excepción. El niño al jugar repite una y otra vez alguna experiencia que le ha impresionado profundamente. Mediante la repetición intenta familiarizarse con ella. El juego el permite al niño experimentar la sensación de controlar lo que en realidad le asusta. Si la experiencia fue mala puede neutralizarla por medio del juego, si fue una experiencia en la que el niño se sintió desagradablemente dominado, puede transformarse en otra en la que él tenga el control. Si es importante que el niño pueda vencer la realidad por medio del juego, lo es más el que tenga la libertad de transformar un acontecimiento en el que es sujeto pasivo en otro en el que sea él el que  lo controle activamente. La magia del juego para el niño reside en la impresión que éste saca de que, aunque sea solo un niño sujeto al dominio de los adultos, puede convertirse de pronto en su propio dueño. Lo que mágicamente da al niño poder sobre si mismo le da simultáneamente poder sobre sus padres. Para que el juego no pierda su valor, es necesario dejar que sea el niño quien espontáneamente dirija, organice cómo jugar sin la intervención de los adultos que pueden participar siguiendo las instrucciones del niño.

Los niños necesitan liberarse de sus sentimientos de agresividad. Por medio del juego simbólico pueden hacerlo. Los sentimientos agresivos del niño generalmente están relacionados con acontecimientos que tienen lugar en el hogar tales como los celos de los hermanos, el enfado con el padre o la madre. El niño puede expresar sus actitudes negativas ante el hermano o la hermana y satisfacer los elementos positivos de su ambivalencia cuando cuida bien a una muñeca, del mismo modo que la madre cuida a la hermana o hermano, y así se libera de la culpa. Dar al niño la oportunidad de descargar su cólera sobre algún tercero mediante el juego, jugando a policías y ladrones con los amigos, por ejemplo, es preferible a que tenga que reprimirla. Si la reprime y no hay salida para ella irá enconándose dentro de él.

Es mucho lo que pierden los niños si ver la televisión o incluso actividades tales como estudiar, les impiden jugar. Poder disfrutar de los juegos estructurados implica el haber podido disfrutar del juego libre

La seguridad interior nace de la percepción temprana de que nuestros padres aprueban lo que hacemos, y en el subconsciente esto significa que nos va bien como personas. Así cuando los padres se muestran complacidos porque el niño juega bien, esto aumenta la sensación de valía propia que tiene el niño y con ella su confianza en si mismo y en su futuro. Por eso nada es más vital para nuestros hijos que el hecho de que sintamos de veras y les comuniquemos nuestra convicción de la importancia que sus juegos tienen  para ellos y, por tanto para nosotros.

Es muy necesario que los padres entiendan que el mundo lúdico del niño es tan real e importante para éste como para ellos lo es el mundo del trabajo.