LA MUJER HISTÉRICA

Ya no es habitual encontrar las histéricas clásicas, aquellas con síntomas de conversión espectaculares y crisis  casi alucinatorias que describía Freud en » Estudios sobre la Histeria». La histeria hoy se presenta  con síntomas tales como la fibromialgia, la fatiga crónica, la  anorexia,  la      bulimia, por ejemplo, así como con síntomas de frigidez e impotencia.
Fue gracias a las histéricas que Freud llegó al descubrimiento del inconsciente.


El sujeto humano está divido. Está dividido por el inconsciente. El ser humano como sujeto de la palabra está determinado por causas inconscientes que le resultan desconocidas que le empujan a actuar en contra de sus ideales e incluso en contra de su propia salud y bienestar. Freud explica que la histeria femenina está provocada por un hecho traumático que se reprime y se relega al inconsciente pero sigue manifestándose en forma de ataques sin explicación. Este fue el principio del psicoanálisis. La constitución del síntoma guarda estrecha relación con lo que las histéricas nos enseñaron.El síntoma histérico se constituye a partir de un incidente traumático, inadmisible e insoportable para la conciencia entonces la idea o representación de lo ocurrido es reprimida y el afecto relacionado se manifiesta en el cuerpo.

Sabemos que la formación del síntoma protege al yo de una situación vivida por éste como peligrosa. De esta forma en lugar de aparecer la angustia, mediante un proceso de formación sustitutiva, el sujeto padece jaquecas, dolores corporales, mareos, vértigos, pérdida del conocimiento, depresión, insomnio, ideas obsesivas, sentimientos de culpabilidad, fobias, impotencia, frigidez …
El síntoma histérico se dirige siempre a un otro, más precisamente a un padre ideal cuyo poder pone a prueba. El padre es la figura fundamental sobre la que se constituye el síntoma histérico mediante la identificacion.
¿Qué desea de mí? ¿Quien soy yo para el otro (inicialmente la madre)? ¿Cuánto valgo en el deseo del otro?¿Qué le provocará mi falta? Son las preguntas que la histérica dirige al otro y a las que intenta dar respuesta. La histérica quiere ser «todo para el hombre». es decir, «ser aquello que a él le falta»
La mujer histérica no acaba de encontrar su lugar ni en la familia, ni en el trabajo, ni en la ciudad en que vive, ni siquiera en su propio cuerpo lo que la lleva a  una incesante búsqueda. El drama histérico es no sentirse nunca segura respecto al lugar que ocupa en el deseo del otro sea la madre, el padre, la pareja amorosa,  el deseo del otro.
«Ël siempre está ocupado, con el ordenador, su trabajo, es como que yo no existo para él» «Ël lo que quiere es un cuerpo nada más»»Me miran como se mira a un objeto» Son quejas habituales que las histéricas manifiestan en la consulta.

Pero sobre todo el problema más característico de la histeria es el de la insatisfacción. La relación de la histérica con el deseo lleva siempre la marca de la insatisfacción. Insatisfacción que se muestra en todos los campos pero que afecta muy particularmente a la vida amorosa y sexual. Las mujeres se quejan frecuentemente de los hombres, no hay ninguno que les satisfaga. Esto se explica porque la mujer conserva en el inconsciente la imagen del padre ideal, no el padre real que ha tenido, sino al que ha idealizado, al que considera «su príncipe azul» frente al cual ninguno da la medida. La histérica no desea a quien la quiere sino a aquel otro que considera inaccesible. Necesita que el deseo permanezca insatisfecho.
No se puede desear lo que ya se tiene, se desea aquello que falta, esa es la característica principal del deseo humano. Una vez conseguida la satisfacción el deseo desaparece. La histérica siente que con la desaparición del deseo ella misma desaparece, deja de existir como sujeto. La histérica se defiende, manteniéndose en esta situación de insatisfacción, de la fantasía de vivir un goce máximo, una situación de completud que la llevaría a dejar de  ser, de ser sujeto deseante.

Existe en todos nosotros la fantasia de completud, de haber vivido una situación en la que nada se necesitaba, nada se deseaba, situación que asociamos al tiempo que pasamos en el seno materno. En esta situación de no desear sólo existimos como parte del otro, parte del cuerpo de la madre pero no como sujetos deseantes. Situación que volvemos a encontrar con la muerte. Lo que nos constituye en sujetos es el deseo, el sentimiento de falta que es lo que nos mueve, los que nos hace sentir que existimos, que estamos vivos.

En lo que tiene que ver con la insatisfacción sexual, la histérica pone de manifiesto algo que es común para todos, que la satisfacción sexual completa es imposible. Pero la histérica cree que esa satisfacción completa existe, conseguirla lo vive como un peligro, «una satisfacción tal que te vuelve loca», pero, paradójicamente, al no conseguir esa satisfacción se siente culpable del fracaso de la relación sexual, como si la causa fuera el propio cuerpo, cuerpo femenino que considera  marcado por una falta radical.
La histérica se agarra al dolor, a la insatisfacción porque es lo que les proporciona el sentimiento de existir.
La histérica no sabe dónde colocar lo femenino y vive su cuerpo como el lugar del síntoma y la insatisfacción sexual.