NUESTRO PRESENTE ¿ESTÁ EN NUESTRO PASADO?

Para explicar el presente hay que tener en cuenta nuestro pasado. Nuestra forma de relacionarnos con los demás y con uno mismo está originada por todo lo ocurrido desde que nacemos.

Todo lo bueno y lo malo que hemos pasado desde los primeros días, incluso antes ya que es muy importante cómo hemos sido concebidos, cómo ha sido nuestro nacimiento, todo lo que hemos recibido del mundo externo y sentido en el mundo interno, experiencias felices y desdichadas, vínculos creados, todos nuestros pensamientos…, todo lo que hemos vivido forma parte de nosotros y constituye nuestra personalidad.

Una paciente manifiesta: Estoy codificada para no ser querida, me siento un saquito de basura. Consulta porque no consigue pareja estable, dificultad para permanecer en un trabajo y la explicación que da ésta situación es “me ven como a una mierda”. No fue deseada. Antes de que ella naciera su madre se quedó embarazada y abortó voluntariamente porque económicamente no podían mantener a un hijo más. Cuando nació, su abuela materna estaba muy enferma y murió cuando ella apenas tenía dos meses. Su madre no pudo soportar esa pérdida, tuvo una depresión importante  y a duras penas se ocupaba de la recién nacida que ya era la tercera.
En los primeros años de vida el niño tiene que renunciar a muchas cosas que le satisface hacer. La socialización impone muchos sacrificios, muchas frustraciones. El niño, en su desarrollo, deja  de ser el único centro de atención de la madre. Hay otras cosas, personas en el deseo de la madre. Tiene que controlar sus impulsos agresivos. La consecuencia de esto es que el niño empieza a experimentar sentimientos de odio hacia aquellos que le obligan a hacer lo que no quiere hacer y le impiden disfrutar, es decir siente odio hacia sus padres a quienes al mismo tiempo quiere. Para el niño este es un conflicto que no puede resolver sin el amor de los padres. Si los padres siempre le regañan siente que éstos no le quieren y la única explicación que puede encontrar es que en èl hay algo malo que da lugar al rechazo de los padres. Para no ser rechazado intentará cumplir con todo aquello que los padres le piden.  El niño nunca dejará de amar a sus padres, dejará de amarse a sì mismo. El niño irá interiorizando todas las normas de los padres, si las cumple se sentirá feliz y contento consigo mismo, si no, sentirá que no es digno del cariño de los padres y por tanto tampoco del suyo.es además en la etapa infantil cuando el niño se va a sentir culpable por sus fantasías eróticas y amorosas hacia el progenitor del sexo contrario y por las fantasías de excluir e incluso destruir al del mismo sexo. Estas fantasías se reprimen y pasan a formar parte del inconsciente.  Es así como se constituye el juez que nos acompañará durante toda la vida y que será más o menos tolerante dependiendo de cómo hayan sido de tolerantes los padres. Este juez va a decidir si merecemos querernos o no, si podemos disfrutar o no, y cuánto podemos disfrutar y el mecanismo que va a utilizar es el de los sentimientos de culpa.
Una paciente comenta: “ No me gusta como soy y no quiero acabar sola como mi madre. No quiero echarle la culpa de lo q me pasa. Me he vuelto destructiva, me enfado por nada. Monto unos pollos impresionantes, no entiendo cómo la gente está a mi alrededor. Con mi pareja  muy bien, me cuida mucho, su padre también es alcohólico, me entiende, sabe lo que duele pero me pongo celosa, la lío, discuto con mi padre, con mi hermana y sobre todo con él. Mi madre es alcohólica. De pequeña cuando venía algún día borracha me hacía gracia. Mis padres se separaron cuando yo tenia doce años y me fui con mi madre a vivir a casa de mi abuela. Cuando tenía catorce años me daba mucho dinero y me dejaba mucho tiempo sola. Entonces me parecía buena madre, hacía lo que me daba la gana. Luego empezó a venir todos los días borracha, dejó de trabajar, se echó novio y se fue a vivir con él, yo también. El novio bebía el doble que ella, discutían, yo pasaba mucho miedo. Un día por teléfono me dijo, Fulanito no te quiere en casa, recoge tus cosas y vete. Me fui a casa de mi abuela y dejé de relacionarme con mi madre. Conocer a mi pareja es lo mejor que me ha pasado en la vida y no entiendo por qué, ahora que nos va bien, me comporto de esta manera. Temo que me deje”
Los sentimientos de culpa tienen su origen en fantasías, sentimientos, deseos de contenido sexual o agresivo, dirigidos a nuestros seres queridos, padres, hermanos, que no son aceptados por nuestra conciencia. Cuando los sentimientos de culpa son muy fuertes se convierten en patológicos y pueden producir todo tipo de síntomas: manifestaciones somáticas, obsesiones, depresión, angustia y así mismo, pueden afectar a la vida de relación en general y a la sexualidad. Impiden que el sujeto disfrute, siempre le dirigen al sufrimiento. Que los sentimientos de culpa sean más o menos fuertes dependerá del amor, del cariño, que reciba el niño desde que nace por parte de sus padres.
El niño está enteramente dominado por sus impulsos debemos ayudar al niño a enfrentarse a ellos para disminuir el sufrimiento que esto le supone. Obligar al niño a que reprima sus tendencias agresivas así como dejar que las exprese sin control puede dar lugar a que dirija esa agresividad hacia adentro dando lugar a una fuerte represión que cierra las vías de descarga, en la edad adulta , por medio dela fantasía y la sublimación de forma que no queda otro camino que la repetición.
Una mujer de cuarenta años consulta porque odia a su hija. Tiene ocho años pero no obedece, cuestiona todo lo que ella le dice, es lenta para todo, le digo que haga tal cosa y siempre es vale, ya voy… yo no era así. Siempre obedecìa. Con mi madre siempre tenía que hacer lo que ella decía y cuando ella lo decía porque si se enfadaba y me castigaba, me tiraba del pelo… lo hijos tienen que obedecer sin rechistar, era lo que siempre decía”
Todos tenemos fantasías de contenido sexual y agresivo hacia aquellos que queremos pero las reprimimos porque generan muchos sentimientos de culpa.
Una paciente al hablar de sus padres relata que siempre odio a su madre. Era una mujer que no la dejaba salir con los amigos, que la regañaba por todo, que hacía la vida imposible a su padre que era un hombre maravilloso con el que tenía una buenísima relación. En algún momento comento que todos, aunque no lo recordemos, hemos tenido fantasías amorosas y agresivas hacia nuestros padres y ella comenta: “No con mi padre. En esta terapia no vamos a hablar de mi padre porque para mi él es inviolable, no, quiero decir intocable” Le señalo, has dicho inviolable, y ella: “vale lo he dicho pero no es porque yo esté pensando en el incesto porque eso solo lo piensas tú”
Al hablar de la relación con su padre un consultante comenta que siempre ha sido buen padre aunque ha habido algunas cosas que no hizo bien pero que no cree que le hayan afectado. Recuerda que cuando tenía diez años jugando con el tubo de la ducha lo rompió. El padre le regañó y le dijo, no lo hagas más. Lo hizo. El padre se diò cuenta dos días después y estando él en la cama entró en la habitación, le dio una fuerte paliza y le dijo, para que no lo hagas más.
Lo ocurrido en nuestro pasado es lo que nos ayuda a comprender nuestro presente pero no lo determina.
Una paciente comenta: “no me encuentro bien desde hace un año aunque yo creo que nunca me he encontrado bien. Me dicen que no me valoro. Tengo una hermana mayor que hiciera lo que hiciera mi madre lo alababa, que si sacaba buenas notas, que si estaba muy guapa… de mí siempre decía, ésta acabará borracha como su tío o recogiendo basura. Yo dije que de eso nada. Decidí estudiar arquitectura. Mi madre dijo, no lo conseguirás, en cuanto suspendas una asignatura lo dejas. Nunca suspendí, siempre estudié con beca. Siempre he trabajado con el miedo a no saber hacer las cosas y que me consideraran tonta.”
El discurso de otro paciente es el siguiente: “De pequeño era tartamudo. Mis padres nunca lo consideraron un problema, se reían de mí. No sé como conseguí superarlo. Pensé voy a hablar mejor que ellos. Estudié inglés. Siempre me han dicho que mi pronunciación es excelente. Mi padre era taxista. Quería que yo lo fuese también. Dije que quería ser funcionario, dijeron, no es para ti, hay que estudiar mucho. Soy funcionario con uno de los niveles más altos. No consigo disfrutar de lo que he conseguido.”
Si en nuestro pasado las circunstancias en las que hemos vivido, cómo hemos sido valorados, amados, han dado lugar a fuertes sentimientos de culpa que han devenido en patológicos, ¿qué se puede hacer para combatirlos?
Solo explorando y reexplorando los pasos que dimos para llegar a ser nosotros mismos, podremos conocer verdaderamente lo que fueron nuestras experiencias infantiles y lo que han significado en nuestra vida.  Si logramos adquirir este conocimiento cambiará la repercusión que estos acontecimientos tuvieron en nuestra personalidad y adoptaremos otra actitud ante nuestras experiencias