TERCERA EDAD Y SATISFACCIÓN VITAL

TERCERA EDAD Y SATISFACCIÓN VITAL

La vejez y el envejecimiento son temas tratados en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, rodeados de mitos y estereotipos. Estereotipos positivos y negativos pero que producen una desvalorización de esta etapa.
Actualmente se está produciendo un vertiginoso envejecimiento de la población debido a los avances tecnológicos y científicos, y al aumento del nivel de vida que han dado lugar a la reducción de la mortalidad. Por otro lado, se está produciendo un descenso de la natalidad. Así mismo se da una feminización de la población mayor, a partir de los ochenta años es la población femenina la dominante.

La vejez ha sido valorada de dos formas, una positiva y otra negativa. La primera hace referencia a la consideración del mayor como sabio, cargado de experiencias, alto status social, merecedor de gran respeto y con una clara posición e influencia sobre los demás. La segunda destaca la vejez como un estado deficitario: la edad lleva consigo pérdidas significativas e irreversibles como son la disminución de las capacidades físicas y mentales, la dependencia económica, el aislamiento social. Estas visiones representan mitos y prejuicios que dificultan el envejecer bien y limitan una adecuada integración del adulto mayor en la sociedad.
Lamentablemente, hoy en día, en los países desarrollado la imagen de las personas mayores presenta muy escasos rasgos positivos y es casi exclusivamente definida por características negativas tanto físicas como sociales: incapaz, enferma, lenta …, como psíquicas: introvertido, depresivo, rígido, dogmático.
Una imagen negativa de la vejez, como la que existe en la actualidad, produce el rechazo pero no solo de la persona mayor sino de la propia vejez lejana o cercana.Por lo tanto la imagen que los mayores tienen de sí mismos está influida por variables personales o biológicas pero también por las normas sociales.
Vivimos en una sociedad que ensalza la juventud y niega el proceso natural del envejecimiento invitando a disimular sus efectos sobre el aspecto físico y a realizar actividades de ocio que  transmitan la imagen juvenil. Se espera que los ancianos  actúen con dinamismo pero paralelamente en el orden moral se les imponen obligaciones en el modo de vestir, respecto a las apariencias, y una importante represión en el terreno sexual. La sociedad ha elaborado unas pautas y modelos de vejez dinámica y consumista, difundida a través de los medios de comunicación.
En definitiva, existe una imagen del colectivo de las personas mayores al considerarlo como un sector de necesidades de servicios asistenciales de todo tipo y olvidando que la mayor parte de ellos se encuentran en condiciones tanto físicas como psíquicas adecuadas. Estas personas cada vez requieren otro tipo de servicios más acordes con sus necesidades.
La consecuencia de estas percepciones negativas de la vejez han provocado que nuestros mayores vean disminuidas su autoestima y oportunidades sociales.
A pesar de que la vejez tiene elementos positivos y se puede vivir de forma satisfactoria es una etapa de pérdida.
La pérdida es vivida en la fantasía inconsciente como una AMENAZA  a la integridad del yo. La pérdida temporal o definitiva de un objeto provoca en la persona el sentimiento de que  ha perdido algo que le es propio. Toda pérdida conlleva un periodo de duelo. El duelo incluye una serie de reacciones tendentes a la aceptación  de la pérdida y a una readaptación del yo frente a la realidad.
El duelo es la reacción ante la pérdida de un objeto amado, valorado o de un ideal, no es un estado patológico, al cabo del tiempo desaparece por sí solo. El duelo hay que acompañarlo, no medicalizarlo. Cada pérdida se experimenta con más o menos dolor. Lo que ayuda a vencer el sentimiento abrumador de pérdida es el haber podido establecer en los primeros años de vida una buena relación con los objetos primarios, los padres, y por tanto haber podido interiorizar una buena imagen de sí mismo y un superyó tolerante. Esto sólo se consigue cuando los padres han realizado una buena labor con el hijo basada fundamentalmente en el sentido común y el amor.

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