En los primeros años de vida el niño tiene que renunciar a muchas cosas que le satisface hacer. La socialización impone muchos sacrificios, muchas frustraciones. El niño, en su desarrollo, deja
de ser el único centro de atención de la madre. Hay otras cosas, personas en el deseo de la madre. Tiene que controlar sus impulsos agresivos. La consecuencia de esto es que el niño empieza a experimentar sentimientos de odio hacia aquellos que le obligan a hacer lo que no quiere hacer y le impiden disfrutar, es decir siente odio hacia sus padres a quienes al mismo tiempo quiere. Para el niño este es un conflicto que no puede resolver sin el amor de los padres. Si los padres siempre le regañan siente que éstos no le quieren y la única explicación que puede encontrar es que en èl hay algo malo que da lugar al rechazo de los padres. Para no ser rechazado intentará cumplir con todo aquello que los padres le piden.
El niño nunca dejará de amar a sus padres, dejará de amarse a sì mismo. El niño irá interiorizando todas las normas de los padres, si las cumple se sentirá feliz y contento consigo mismo, si no, sentirá que no es digno del cariño de los padres y por tanto tampoco del suyo.es además en la etapa infantil cuando el niño se va a sentir culpable por sus fantasías eróticas y amorosas hacia el progenitor del sexo contrario y por las fantasías de excluir e incluso destruir al del mismo sexo. Estas fantasías se reprimen y pasan a formar parte del inconsciente.
Es así como se constituye el juez que nos acompañará durante toda la vida y que será más o menos tolerante dependiendo de cómo hayan sido de tolerantes los padres. Este juez va a decidir si merecemos querernos o no, si podemos disfrutar o no, y cuánto podemos disfrutar y el mecanismo que va a utilizar es el de los sentimientos de culpa.